En los próximos años, se espera que la cantidad de dispositivos conectados crezca exponencialmente. Algunos de estos dispositivos generan pequeñas ráfagas de datos, pero otros producen una gran cantidad de datos secuenciales. A medida que más dispositivos del Internet de las Cosas (IoT, por sus siglas en inglés) se conectan a la red, se hace evidente que, sin inversiones significativas, la infraestructura existente no podrá soportar el rápido crecimiento de los datos y los nuevos patrones de acceso requeridos por estos dispositivos conectados.
Si tomamos el mercado de la vigilancia, por ejemplo, con una cámara típica de 1080p o 4K, el flujo de datos es enorme y moverlos a una ubicación centralizada para el análisis de esos datos capturados en las cámaras no solo es costoso, sino también un posible punto de falla o brecha de seguridad en caso de que la conectividad falle o sea intermitente. Imagine que se desencadenó un evento pero que la cámara de vigilancia no pudo enviar una alerta debido a fallas en la conectividad o por una caída repentina en la disponibilidad de la red: toda la razón de ser del sistema perdería su sentido.
En los últimos 12 a 18 meses, la solución que surgió para abordar estos problemas fue el agregar almacenamiento local y generar suficiente potencia informática para permitir el análisis de datos en la cámara. Esto hace que cada unidad “del borde” en el sistema de vigilancia, o sea las cámaras, se convierta en un subsistema inteligente e independiente.
Además, muchos sistemas de vigilancia necesitan ser de bajo perfil, silenciosos, eficientes en el consumo de energía y operables en un amplio rango de temperaturas. Por eso, para el almacenamiento local, la solución que viene tomando fuerza es la memoria flash e incrustada en la PCB de la cámara, o tarjetas microSD removibles montadas en las cámaras.
A diferencia de las unidades de disco duro en los sistemas tradicionales, la función del almacenamiento flash a menudo no es para archivar los datos; esto todavía debe suceder en la nube o en el servidor. La memoria flash de la cámara está diseñada para proporcionar suficiente almacenamiento local en los siguientes escenarios o en una combinación de éstos:
- Almacenamiento en caso de pérdida de conectividad. Esta es una solución a prueba de fallas que permite a la cámara seguir grabando datos de eventos o transmisiones constantes sin conexión. La capacidad del almacenamiento flash generalmente se basa en el tiempo de inactividad estimado de la red. Por ejemplo, una hora de grabación 4K generalmente requiere aproximadamente 10GB de capacidad.
- Almacenamiento de buffer. La transmisión de video se guarda en la cámara y se envía al servidor o a la nube durante las horas no pico del tráfico de red, lo que permite ahorrar en costos de conectividad, o incluso no se envía nada si no se activó ningún evento.
- Preprocesamiento de almacenamiento. En este caso, la cámara no envía la transmisión original sino una transmisión de calidad reducida o solo los datos diferenciales. Si se marca algún evento o si se requiere material de archivo específico, el servidor/nube luego solicita ese metraje desde el almacenamiento local de la cámara. Con esta configuración, el requisito de ancho de banda entre la cámara y el servidor/nube permanece bajo. Además de la capacidad de almacenamiento local que entrega la microSD, la cámara de vigilancia también puede contener una instancia de software para el análisis de video y bases de datos de referencia. Esto permite que la cámara ejecute análisis como el reconocimiento facial de forma independiente.
Si bien el uso de la memoria flash es relativamente nuevo en el mercado de la vigilancia, el flash en sí es una tecnología madura que entrega el respaldo y confiabilidad que esta industria exige.
** Colaboración de Osvaldo Caviedes, Territory Manager de Western Digital para Chile, Perú y Ecuador